martes, 9 de julio de 2013

Aprendiendo a vivir

Nació sin vida, nadie le había enseñado aún lo que era vivir. Él era un niño solitario, desde el principio sintió pánico a estar con otros niños. Le gustaba más estar con adultos, ellos no se reirían de él.

Vino la niñez, cosida a la adolescencia, y con ellas los insultos, las burlas, los golpes... Su rechazo hacia su generación se convertía en odio irracional, las lágrimas desaparecieron para tornarse en fuerza, y la fuerza creció hasta convertirse en muro.

Ni siquiera los malos tiempos consiguieron arrebatarle la ingenuidad, lo que le llevó a enamorarse de una chica a la que le gustaban las chicas. Él era consciente de que aquel sueño era imposible, pero aún así seguía yendo allá donde ella le citara, aunque odiaba los sitios donde siempre se veían. La fiesta nunca fue lo suyo, y los ambientes sombríos aún menos.

Una noche, en su afán por disfrutar de su mera presencia, se topó de lleno con su pasado. Una decena de mal nacidos le golpearon, humillaron y amenazaron, en una danza de brutalidad en la que sólo ellos bailaban. Aquella chica desapareció.

El chico decidió que aquello le haría fuerte, que, desde entonces, todo lo que sobrara de su vida no tendría cabida en ella. Y así fue, dejó atrás a toda la gente que le aportaba miseria existencial, olvidó los sueños disparatados y comenzó una nueva vida.

Desde entonces, se ha equivocado y ha acertado a partes iguales, pero lo que tiene claro es que jamás renunciará por un sólo segundo a su única meta: ser feliz.

Así fue... y así será.

No hay comentarios:

Publicar un comentario