lunes, 22 de septiembre de 2014

Té-Creando

Desde hace unas semanas estoy dando vida a un nuevo blog. Si queréis podéis pasar por allí, hay sitio para todos... Y un té que se enfría.
Os hablo de:

tecreando.com

jueves, 19 de septiembre de 2013

La leyenda del marinero

Cuenta la leyenda que un marinero errante atracó en la bahía y se adentró tierra adentro en busca de nuevos horizontes. En sus ojos brillaba la Luna, su guía en mil viajes a ninguna parte, a donde regía el corazón y no le llevaría la estrella Polar.

Cuentan que encontró un árbol, un viejo roble bajo el que buscó cobijo para la fría noche. Bajo sus ramas apenas podía ver las estrellas que tantas noches le acompañaron, comprendió que aquella noche sólo los brazos del silencio le abrazarían.

A la mañana siguiente, un lobo salvaje le despertó. No gruñía, no le mordía, simplemente lamía las heridas de sus pies cansados. Aterrorizado ante tal encuentro, se levantó y con sigilo trató de alejarse. El lobo, lejos de abalanzarse sobre él, se quedó sentado mirando cómo a cada paso éste se sentía más y más tranquilo.

Recorrió mil y una tierras, a cada cual más árida. Sus pies parecían dos rocas sangrantes, su cuerpo ya sólo tenía el agua de sus lágrimas. Gota a gota su llanto dejaba un rastro tras de él, paso a paso sus fuerzas se desvanecían, hasta que finalmente cayó derrotado.

De repente, sintió que algo tiraba de él. Trató de gritar, pero ya no tenía ni voz. El lobo había vuelto y quién sabe hacia dónde le llevaba. Sólo sabía que no tenía otra alternativa, su destino estaba en las fauces de aquel pestilente y peludo ser.

Un sonido familiar rompió su lamento. Agua, ¡era agua! Aquel sonido era lo más hermoso que había escuchado jamás, ni las aguas de los siete mares le habían sonado nunca igual. El lobo le había arrastrado hasta el río, llegaba la hora de reponer fuerzas, sanar sus heridas y seguir su torrente hasta el mar.

Y así lo hizo, recuperadas sus fuerzas corrió junto al río, corrió y corrió hasta llegar al mar, donde esperaba reluciente su viejo barco solitario. Allí estaba, como si el tiempo se hubiera detenido desde la última vez que lo vio. Aún conservaba ese inolvidable olor a libertad.

Recorrió cada palmo de sus maderas, queriendo comprobar si aquello era un espejismo. Se asomó a la proa y vio de nuevo a aquel lobo mirándole desde la orilla. Algo le quemó por dentro. Levó las anclas, saltó del barco y dejó que partiera solo, vacío, sin más rumbo que el que la marea decidiera.

Había vivido mil aventuras, conocido a un sinfín de gentes, pero entonces, y sólo entonces, acababa de conocer el significado de la amistad.

¡Que tengáis un buen día!

martes, 10 de septiembre de 2013

Cantos


Como cada tarde, volveré a caminar en solitario entre mares de rostros que vienen y van, mirándolos vagar por ese concurso de popularidad en el que viven. Escucharé a sabios y trovadores lanzar al cielo sus cantos de dignidad, dejando que las lágrimas recorran mi piel con sus voces. Sin miedo, sin vergüenza, mostrando con orgullo que sé lo que es emocionarse, que sé lo que realmente es estar vivo.

Hoy miraré de frente a los ojos del pasado. La entereza será mi arma, su cobardía mi victoria. Nunca estuve dentro de vuestro concurso, preferí vivir mi propia vida.

Bufones se autoproclamarán genios, y muchos les creerán. Yo sigo mi camino, creyendo en personas y no en palabras vacías. Palabras tan vacías como estas, personas tan plenas como el sentimiento de vida que viaja por mis entrañas.

Viviré fiel a mí mismo y a quienes den sentido a mi vida. No ondearé la bandera de ideologías ni doctrinas, pero me mantendré firme en mis convicciones, con la mente abierta y sin condenar al vecino.

Sonreiré por dentro, pues sólo así sonreiré por fuera, pues sólo así contagiaré a los que me rodean.

No regalaré el placer del odio a quienes critiquen mis pasos. Algún día ellos mismos aprenderán de sus propios traspiés.

Mi cuerpo será un templo, feo o hermoso, pero mio. En él guardaré el tesoro de la intimidad, la vida misma y los misterios que aguardan ser descubiertos.

Lo haré, porque ya lo hago. Porque estoy feliz porque sí.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Nada nace, nada muere

Principio y final, muerte sin vida que irrumpe en imposibles no cumplidos. Mano sobre mano, quietud, nada. Simplemente, nada.

Pensamientos que danzan en macabro ritual de olvido, rondando los porqués, ansiando los quizás.

Nada muere cuando nada nace.

 

jueves, 29 de agosto de 2013

lunes, 26 de agosto de 2013

Infancia

Hace veinti... "taitantos" años solía llevar estas manoplas. Recuerdo perfectamente aquellos días, la sensación de cosquilleo de esas alitas a los lados de las manos y el cuidado con el que lo tocaba todo para que no se estropeasen. Hoy apenas me caben dos dedos dentro de cada manopla.

Es extraño encontrar algo de tu infancia, aún con la sensación de que fue ayer cuando lo usabas o cuando jugabas con ello, y darte cuenta de que ha pasado una eternidad entre medias.

Fue una infancia bonita, de esas que te enseñan a querer a tus padres y a tu hermana por encima del bien y el mal. Fue tan bonita que recuerdo cada minuto de ella mejor que cualquier instante ocurrido ayer.

Los pequeños detalles tenían el sabor mismo de la felicidad. No teníamos lujos materiales, ni hacíamos grandes viajes, ni nada parecido, pero hasta la más mínima simpleza era mágica.

Recuerdo con especial cariño cómo aquel coche sauna se atrancaba cada verano por esas carreteras infernales, o cómo los demás niños presumían del último modelo de videoconsola y yo era feliz con aquella que ya estaba descatalogada, o cómo el sólo hecho de ver a Urkel en la vieja Thompson hacía que salir del colegio fuese una gozada aún mayor. Hoy escribo estas palabras desde un iPad último modelo y lo que me hace verdaderamente feliz es encontrar una manopla con forma de pájaro medio descosida.

Cuando eres un niño quieres ser mayor, y cuando ya lo eres darías lo que fuese por volver atrás. Trato de recordar en qué momento dejé de ser niño, y me niego a pensar que fue en la etapa del bullying, en la etapa del alzheimer o cuando coincidí con aquel viejo que olía a alcohol. Cuantas más vivencias, más fuerte te haces, y cuanto más fuerte te haces, más sigue en ti de aquel niño... Y aquel enano sigue vivo y cada vez más.

He aprendido a perder el miedo a hablar, como cuando era un niño y las pocas palabras que decía salían de bien adentro. Para mucha gente abrir el alma puede ser traumático, a mí me hace libre. Es por eso que hoy, como cada día, escribo lo que pienso y lo que siento, y hoy me siento niño.

Cuando te sientes de nuevo como en aquellos años, todo lo malo que haya podido ocurrir desde entonces se disuelve y se convierte en las cenizas de un difunto que nunca llegó a existir.

Sigo siendo aquel niño, aunque maquillado de años.

 

Hoy, más que nunca, gracias por leer esto. Seas quien seas.